viernes, 11 de noviembre de 2016

Todo estallará

                                


Mi mundo rebosa y se da de golpes contra las paredes de la sala.
Lo detengo como puedo aliviando peso en lágrimas, intentando copiar la velocidad que mueve a los árboles gigantes que me acompañan a diario delante de mi ventana.

Sedienta de calmantes del tipo que sea van pasando horas y luego días mientras escribo y escribo.


Sabiendo que todo estallará quizás cuando vacíe la luna este mes de noviembre.


Quiero dibujar alivios en mi cabeza y sólo los encuentro entre mis piernas. Pero son de mentira y soledad. A ratos vivo, cuando miro al cielo, y a ratos insisto en buscarme en unos ojitos brillantes y preciosos que traje a este planeta porque en el fondo aún creo.


Y no sé si tú crees.


Cada día me quiero más y entiendo menos. He crecido con secretos que he sabido perdonarme. Quisiera contártelos para ser un poco más feliz, porque cuando uno habla se refleja en otra persona y baja la marea. Y sería bonito que eso pasara. Podrías contarme los tuyos y estaríamos en paz.


Pero a lo mejor tú no quieres hablar ni llorar, ni reírte de nada. A lo mejor tú sólo miras al cielo para vivir y ya. Porque así controlas más tu dicha o tu pesar, quién sabe.

Yo antes controlaba y era infeliz. Ahora lo sé, me costó aprenderlo. Y año tras año iba soltando cuerdas.

Cuando vi que morirse es un semáforo que cambia, un tic, un relámpago, un teléfono que se cae al water, terminé de aceptar el descontrol.


Y tuve que explicarlo sin entenderlo aún.

Hay muertes que se esperan y hay muertes que se te caen encima.
Ponen patas arriba la vida porque es su única forma de hacernos entender que basta, que paremos de pensar y saltemos muy alto hasta que las piernas se rindan. Que nada es para tanto y que, joder, celebremos locamente que estamos vivos para sentir lo que queramos.
Y entonces mi cerebro no controló más porque el corazón decidió que tomaba el mando.

Ahí comenzaron a ser mis ganas las que resbalaran desde algún rincón mientras elegían entre A o B. 

Entre Abrazar o Besar.

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Hoy que escribo esto a la vez que reboto contra las paredes de la sala la verdad es que soy extrañamente feliz y sonrío porque aunque a veces quiera sufrir un poco, lo cierto es que si me caigo me levanto tan rápido como cuando era pequeña.

Y es que nada, absolutamente nada, es para tanto.
Y eso sí es bonito.