viernes, 2 de marzo de 2012

El jodido mundo humano.


-Diana ¿¿Pero por qué lloras?? Es que llevas todo el día llorando, joder. Siempre llorando, joder- le recrimina el padre.

-Es verdad, Diana, te pasas el rato llorando-corrobora la madre- ¡hija, ya está bien! a ver, ¿es que quieres un zumo? ¿eh? ¿¿¿quieres un zumo??? - mientras la mira enfadada y harta.

Diana, desde el cochecito, embutida en una exageración de ropa de abrigo, visiblemente agobiada y notoriamente confundida, los mira con pena y tristeza mientras se le resbala la baba de la boca. Muy roja, la cara empapada, el flequillo pegado a la frente, hastiada, se queda callada, jadea.

Parece que sabe más que ellos. Sabe que no la entienden. Es más, sabe que no la van a entender nunca porque no se esfuerzan ni se esforzaran por hacerlo jamás. Porque no se molestarán ni un segundo en ponerse en su lugar. Mantener viva su propia amargura día a día los tiene demasiado ocupados. Y más que los tendrá. Se creen que nacieron así, como son ahora, los muy idiotas.
En cuanto a Dianita, luego le irán echando la culpa a la adolescencia y arreglado.

Su hermana pequeña duerme en otro carrito al lado. Se ve que aún no se le exigen respuestas como a Diana.
Debe de tener cuatro o cinco meses.
Diana, no más de año y medio.

Próxima parada, Ríos Rosas.
Salen del vagón cada progenitor con un carro.
Y así un día más en el mundo de los humanos.

A la señora que tengo enfrente le ha faltado un segundo para levantarse a quitarle el abrigo a la niña. Bueno, a todos.