viernes, 18 de noviembre de 2011

DeclaracióN




Esos días había pensado unas cuantas veces en dejar de fumar. Y resulta que fumaba más que nunca.
Allí de pie en la ventana, pasando frío, lo apagó.
Miró a la cama. Nunca se había sentido tan vulnerable, expuesto, indefenso, nervioso... a ratos, sí, pero QUÉ ratos.
Toda la vida pensando que el amor era "eso" y ahora, joder, a estas alturas, SÍ estaba enamorado. Creer que el cielo en un infierno cabe. Eso es amor. Quien lo probó lo sabe.

Al fin entendía lo que pasó por el cuerpo y la cabeza de Lope...

Al fin tenía con quien pasear las inquietudes y los calentones. Con quien reirse, encontrarse y cuando toque irse, cogerse de la mano...

Con quien fundirse cuando la inseguridad que acompaña a esta cesión de sentimientos, a este alquiler de cordura, haga más que acto de presencia.

Con quien saltar muy alto para mirarse por encima de todo y de tod@s.

Con quien ser un poco más persona, más tierno, más llorón, más cachondo, más feliz.

Al fin tenía con quien disculpar juntos al mundo.

Entre el humo del cigarro mal apagado y el aire helado que entraba por la rendija, a la luz de la velita roja, pudo leer en letras de neón, suspendida en la nada, sorprendentemente clara, la palabra "afortunado". Empezó a calcular mentalmente. Puffff... si quería casarse, y quería, tenía que darse prisa, vaya, justo ahora que igual cambiaba todo en unos dias.

Y una sonrisa asaltó su cara y se desbordó en sus ojos y llenó su corazón de certeza y de paz. Era el cielo que cabía en el infierno. Un cielo tan limpio que hasta pedían perdón las nubes que lo surcaban de vez en cuando.

Entonces Oscar abrió los ojos y desde la cama estiró el brazo y le dijo ven.
Y él lo dejó todo...




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